
Hace unos días, de camino al Estudi, percibí un intenso olor a tierra mojada a través de mi mascarilla. Fue solo un instante, el de salir de casa y plantarme en la calle, pero lo suficiente para empezar el día con buen pie. Y no solo eso, sino también para que no pasara a ser otro día entre tantos. Porque ya tenía algo distinto del resto al haberme proporcionado un recuerdo vívido e instantáneo. Sin esfuerzo y de manera automática, si ahora me preguntaran por algo de aquel día, diría «tierra mojada».
Porque…hablemos de olores: ¿cuántas veces un olor agradable nos ha transportado a otro lugar y a otro momento?
Me pregunto si no andamos por ahí dormidos hasta que algo nos saca de nuestro reguero de pensamientos automáticos, que a menudo van acompañados de un «tengo que». A veces algo nos sacude, pero muchas otras seguimos nuestra rutina, día tras día, ajenos a los estímulos de nuestro alrededor. A mí no es que me desagrade la rutina, pero a veces conviene moldearla un poco, ¿no te parece? Con solo alguna variación, añadimos un toque distinto a nuestro calendario semanal y conseguimos no movemos por él como robots. Por ejemplo, párate a pensar: ¿saboreamos el cruasán o lo engullimos mientras hablamos o miramos el móvil? ¿Escuchamos música porque el mero placer de escucharla, o como ruido de fondo? Necesitamos, creo, más pequeños momentos placenteros, y la buena noticia es que están ahí, a la vuelta de la esquina, si sabemos apreciarlos. Porque podemos entrenarnos en mantener una atención más plena, más abierta, si dejamos que los sentidos hagan su trabajo.
En estos días inciertos en los que muchos tenemos la sensación de haber vivido varios meses prácticamente idénticos, intentemos recordar momentos. Buena parte de ellos, sino la mayoría, irán asociados a algún sentido: el sol en la cara, una canción que nos gusta, el sabor de un buen helado, el roce de nuestra mascota. Por eso ahora y desde aquí quiero hacerte una propuesta: durante cinco días mantén tu atención en captar los estímulos a tu alrededor. Sal a buscarlos y almacena a conciencia alguno que te haya gustado especialmente. Eso hará que cada jornada sea distinta de la anterior y te ayudará a relajar la mente, no solo en ese momento sino cuando lo evoques. Da más protagonismo a tus sentidos para crear un mosaico diario más colorido.
Porque… si cuando tu ordenador se queda pensando y se cuelga lo reinicias, ¿por qué no haces lo mismo contigo? Prueba a hacer tu propio inventario veraniego y, si te animas, ¡compártelo aquí!

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