Algunas personas cuando quieren sentirse mejor anímicamente hacen ejercicio físico.

Andar, correr, hacer gimnasia, ir en bicicleta…

Esto sirve de válvula de escape, sin duda, ya que nos ayuda a segregar hormonas del bienestar.

Muchos estudios científicos nos hablan de los beneficios de no llevar una vida sedentaria.

De todas maneras, yo te diría

No confíes únicamente en el ejercicio físico para solucionar un malestar emocional instalado en ti desde hace tiempo.

Ayudar ayuda, pero puede ser también un parche.

Lo que tú deseas es calma interior, estar tranquila, en paz, con sosiego.

La respuesta es hacia adentro, no hacia afuera.

No quieres tener que ir apagando fuegos cada día. Ansías (¡porque lo sé – yo también estuve ahí!), poder levantarte cada mañana y enfocar y disfrutar el día de otra manera.

Se trata de un cambio interno y eso lo consigues conectando contigo misma y con las emociones. Escuchándote y conociéndote.

Te diría meditación, te diría yoga, te diría tai chí, te diría danza, te diría mil y una disciplinas…

Yo te digo Biodanza porque para mí fue la que me resultó más sencilla y la que más me ayudó después de haber probado muchas cosas.

Ay sí, porque cuando empiezas el camino de búsqueda, cuando quieres respuestas y volver a ilusionarte y dejar atrás vacíos, llamas a muchas puertas.

Y es que este mundo del autoconocimiento y del bienestar puede desembocar también en mucho consumismo, que si charlas en YouTube, que si libros de autoayuda, que si cursos, que si masajes, que si blogs, que si charlas TEDs… 

Yo sentía que la mente me dominaba, que entraba en bucles mentales que me hacían mucho daño. Necesitaba descansar la mente y abandonar ese buscar fuera de mí.

Me sentía sola (un sola difícil de explicar), frustrada por el trabajo, encerrada en mí misma, somatizando con dolores musculares y con un desasosiego constante…

Todo ello aderezado con una buena dosis de culpabilidad y rabia por no haber hecho las cosas de otra manera con mi hijo o por no ser capaz de cambiar según qué cosas en el presente.

…y llegó el día en que aquella publicidad sobre una clase gratuita de biodanza llegó a mi buzón, sí al buzón de casa, aquellos tiempos jeje. Y me decidí.

Ay qué vergüenza pensaba yo, bailar delante de gente que no conozco.

Acabé la primera clase sintiéndome mejor, pero con un runrún mental… suerte que volví.

Sentía muchas reticenciasResistencias al cambio, a empezar a sentir las emociones que estaban detrás de la coraza, a ir abriéndome y a volver a confiar en la gente…

Quería cambiar, quería encontrar el equilibrio personal-familiar, quería cuidarme, porque sabía que si yo estaba bien esto beneficiaría también a mi entorno, quería disfrutar de las pequeñas cosas sin necesidad de buscar el famoso propósito de vida (aunque también lo busqué… para darme cuenta que ya está ahí).

Quería encontrar mi rumbo, tomar las riendas, y permitirme soñar después de tantos años con la losa autoimpuesta de niña responsable.

…y poquito a poco fue apareciendo Noemí. Y ahí sigo, descubriéndome y acompañándome.

La Biodanza propone un trabajo de hormiguita, pero perdurable en el tiempo, que te ayuda a dejar de consumir información, que a veces incluso llega a paralizarte y frustrarte más, y a sentirte bien por dentro, ser tú misma, liberarte de tantos y tantos bloqueos y cosas reprimidas y vivir desde el placer, desde el disfrute.

¿Te vienes?

Seguimos con las clases grupales (aquí tienes toda la información) y también con las consultas individuales de coaching en movimiento. 

Con mil ganas de contarte cositas nuevas que llegarán con la primavera.

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